En nuestro medio, solemos proclamar los ideales de una democracia constitucional como “el Status” más deseable, decente y moderno.
Sin embargo, al momento de actuar, ya sea pública o semipúblicamente, apelamos y hacemos nuestras, las figuras del autoritarismo, de la orden, de la respuesta militarizadamente castrense o de pecatería dogmáticamente clerical.
Y esto lo vemos en cada noticia y en cada cosa que se ventila con poco o con mucha intervención de los medios.
En lo íntimo de nuestro ser; de nuestro actuar primario y cotidiano, lo autoritario, castrense y clerical aparecen como los recursos preferidos para suprimir cualquier situación controvertible, desconociendo precisamente que LAS COSAS MÁS VALIOSAS DEL SER GENTE Y DE LA SOCIABILIDAD, está en el debate, en el intercambio de argumentos, razones y sentires, PARA CONSTRUIR UNA COMUNIDAD INCLUSIVA E INCLUYENTE EN Y DE RAZONES de la vida diaria.
Cuanto más seguros estemos de nuestra razón, más abiertos e inclusivos seremos. Si tenemos razones sabremos confrontar, sabremos sustentar. Sobremos CONCERTAR y ganar audiencia a nuestras ideas y acuerdos sobre nuestro actuar.
Y, las secuelas del autoritarismo, no terminan tan solo en obedecer, hacer caso y no prestar atención. Lamentablemente no.
Sabiendo el autoritario que no tiene quien lo controle, casi de inmediato comienza a tomar decisiones que lo beneficien a él y a su círculo íntimo en lo que corresponde al destino de los dineros. Así mismo, casi de inmediato comienza a rodearse de gente que lo aplaude, no importa lo que haga. ASÍ EMPIEZAN LAS TIRANÍAS y con ello las violaciones a los Derechos Humanos y las faltas a los DERECHOS FUNDAMENTALES.
Y, en esto sí, creo que las experiencia es unánime y la desazón rotunda: PERDEMOS COMO PERSONAS, y perdemos como Nación. NO HAY TIRANÍA BUENA.
Jorge Javier Miletich Moreno